Es el proceso por el cual los gametos masculinos, o espermatozoides, son recogidos e introducidos de forma artificial en el tracto genital femenino para conseguir la fecundación. Los espermatozoides se recogen de un semental seleccionado, se congelan y posteriormente se descongelan para ser introducidos en el tracto genital femenino
ANTECEDENTES
Los primeros intentos de llevarla a cabo se remontan al siglo XV: se cree que la inseminación artificial fue intentada en Juana, esposa del Rey Enrique IV de Castilla (conocido como "el impotente").
En 1677 el científico holandés Leeuwenhoek observó espermatozoides gracias a los microscopios que había construido.
Más de 100 años después, el sacerdote y fisiólogo italiano Lazzaro Spallanzani demostró que debía existir contacto físico entre el huevo y el esperma para que se desarrollara un embrión. Hasta ese momento se creía que el embrión era "producto de la semilla masculina, nutrido en el suelo de la mujer".
Los esfuerzos para desarrollar técnicas modernas de inseminación artificial comenzaron en Rusia en 1899. Se tiene constancia de la inseminación artificial de un caballo realizada con éxito en 1922.
Hacia el año 1950, la inseminación artificial se convirtió en una industria establecida: en 1949 aparecieron métodos de congelación y descongelación del esperma y en 1950 surge la idea de añadir antibióticos al semen para prevenir enfermedades venéreas.
La estimulación de la ovulación se realiza mediante la prescripción de citrato de clomifeno o gonadotropinas (FSH y LH) a bajas dosis desde el día 2 o 3 del ciclo (se considera día 1 de cada ciclo el 1er día que llega la menstruación).
Se efectúa una estimulación moderada de la ovulación con el fin de evitar el desarrollo de más folículos de los deseados y así disminuir el riesgo de embarazo múltiple.
La monitorización se realiza mediante ecografías transvaginales periódicas. Su finalidad es controlar el número de folículos en cada uno de los ovarios, programar el momento de la inseminación y medir el grosor del endometrio.
La muestra de semen se recogerá en un bote estéril generalmente mediante masturbación y con las mayores medidas de higiene posibles.
Se recomienda no eyacular entre 2 y 7 días antes de la inseminación. El tiempo óptimo es de 4 días de abstinencia sexual.
No debe transcurrir más de una hora desde la eyaculación hasta que la muestra de semen llegue al laboratorio.
La muestra de semen no debe ser sometida a grandes cambios de temperatura; por ello, se recomienda mantenerla bajo el brazo, en la axila, hasta entregarla al personal del centro de reproducción asistida.
Allí se procederá a la capacitación espermática de la muestra de semen mediante técnicas como los gradientes de Percoll, el swim-up, etc. con el objetivo de separar los espermatozoides de buena calidad del resto de la muestra.
Antes de la inseminación artificial se le prescribe a la paciente hCG (gonadotrofina coriónica humana), que deberá ser inyectado 24 horas antes de la inseminación, en caso de realizar dos inseminaciones, o entre 34 y 36 horas antes de la inseminación, en caso de efectuar una única inseminación.
La hCG promueve la ovulación, es decir, la rotura del folículo ovárico y la salida del óvulo hacia las trompas de Falopio.
Posteriormente y tras la capacitación de la muestra de semen, se procede al depósito del semen tratado mediante una delgada cánula (catéter) en la cavidad uterina. La paciente permanecerá en reposo unos minutos en posición de decúbito.
Está técnica no requiere ningún tipo de anestesia ya que es indolora.
Aproximadamente dos semanas después la mujer se realizará una prueba de embarazo para saber si el proceso ha finalizado con éxito.
Otro aspecto a mencionar en esta área es el “NIÑO PROBETA”: el procedimiento consiste en extraer un óvulo de la mujer, y colocarlo en una probeta con los espermatozoides del hombre. Una vez que el óvulo está fecundado, se coloca en el útero de la madre, para que tenga un desarrollo normal y nazca en nueve meses
No hay comentarios:
Publicar un comentario